Las marcas son los valores, sensaciones y significados que les atribuimos, estas son las primeras cosas que nos vienen a la cabeza cuando pensamos en una organización. Por este motivo es tan importante tener en cuenta cómo cada persona entiende las marcas, compartiendo o no ciertos valores o atribuyéndole otros. Esto es, en esencia, la comunicación corporativa.

A pesar de la variedad de lecturas que recibirá nuestra marca, tenemos que controlar y dirigir para destacar y priorizar aquellos mensajes comunicativos que mejor representan los atributos y valores que creemos principales. Aquí ya se presenta una primera complicación, la de escoger los valores identificativos, positivos y más estratégicos para nosotros.

La comunicación corporativa no es otra cosa que transmitir un cierto mensaje a un público específico, partiendo de que la comunicación parte de una organización. Así la clave es escoger este mensaje y tener muy claro a quién nos dirigimos, qué y cómo llegar. Además, cuando enviamos un mensaje, sea por el canal que sea, no solo nos estallará el público objetivo de este, sino que otras personas y organizaciones recibirán la comunicación, y por ello es relevante transmitir siempre los valores principales de la marca y no entrar en contradicciones.

• Genera una imagen clara y estratégica de la marca, que la diferencia y comunica sus valores
• Posiciona la marca y genera un referente a la mente del público, consumidor o usuario. Por mucho que tengas un buen producto o servicio, si no se te conoce, si no comunicas, nadie lo sabrá.
• Genera confianza, porque cuanta más información tiene el público sobre la marca, relaciona los valores y conceptos de la misma, en definitiva, como más sabe de ella, más familiar resulta.
• Estimula la fidelidad como resultado del incremento de confianza. Cuanto más confianza se genera, cuanto más conoce el usuario la marca, también es más fácil que la priorice ante la competencia.